Agua, piel y sonidos

 Tuve la buena fortuna de que el gong se presentara en mi vida el año pasado. La primera vez que tomé un baño de gongs, fui un poco curiosa y con una cuota de escepticismo.  Sólo el que experimentó ese oleaje mágico que provoca la vibración en el cuerpo entiende la experiencia. Aún así, por lo irreal que se sintió, mi tendencia al razonamiento me llevó a pensar que quizás era una grabación, que no era posible generar ese sonido tan envolvente, omnipresente, majestuoso.

Fue después de una segunda experiencia de baño que permití a mi mente descansar y no buscar explicaciones, sino simplemente sentir y estar en presencia, solamente el gong y yo.

Y a medida que tuve la oportunidad de repetirlo, fui comprendiendo por qué sabiamente, distintas culturas desde tiempos remotos pregnaron  a ese sonido de tantos significados.


Estética, bienestar y vibroacústica

Mi profesión es la cosmiatría, el cuidado de la piel.  Recibimos permanentemente consultas acerca de atenciones y rutinas que permitan mantenerla en las mejores condiciones de salud y bienestar. Salud porque la piel es un órgano, parte de nuestro sistema que, además de cumplir con su función básica de protección, expresa muchas veces el funcionamiento deficiente de los otros órganos. Y con frecuencia, termina siendo canal de expresión de emociones que no pueden gestionarse de otra manera.

A pesar de que no se dejan de lado parámetros estéticos, que bien sabemos,  son culturales y exacerbados por un mercado de consumo que genera permanentemente necesidades, en el mundo de la estética, la tendencia global es la búsqueda de la experiencia de bienestar.


El sentirse bien, termina siendo, en el mejor de los casos, una búsqueda que se origina en el consumo y nos conduce a un encuentro más íntimo y nutritivo con nosotros mismos.


Dentro de ese marco, las prácticas en gabinete incluyen cada vez más, recursos holísticos: aromaterapia, sonidos, colores y demás experiencias sensoriales, donde la mente descansa y nos entregamos al momento presente a través de los sentidos.

 

Cada vez más seguido, encontramos profesionales de la estética volcados a sesiones holísticas donde los sonidos cobran un papel principal. Dentro de las incorporaciones más frecuentes, se encuentran los cuencos tibetanos y los de cuarzo, de igual modo, ¿el gong podría ser parte de esta tendencia?

La palabra del origen: agua


Como en todo el cuerpo, el agua abunda. La piel está compuesta en más de un 70% por agua. 

Todos los vertebrados estamos envueltos por una enorme capa de queratina, proteína presente no sólo en la piel sino en uñas, pelos, plumas y cuernos. Es la cobertura perfecta para protegernos. La sintetizan los queratinocitos en un proceso que también requiere del agua para concretarse. Estas células a su vez, están compuestas mayoritariamente por agua.

El efecto del sonido en el agua, debido a su alta capacidad de captar resonancias elevadas, responde de manera instantánea a los diversos tipos de ondas acústicas del gong, logrando así, retener la vibración. Además las numerosas terminales nerviosas que nos recubren se ven influenciadas por esta vibración. 

Si consideramos que esto ocurre en todas las células, indefectiblemente los efectos en la piel también cobrarán protagonismo.


En nuestro cuerpo, nada es casual, sino parte de una maravillosa ingeniería superior. Nuestra epidermis, capa más superficial de la piel que nos envuelve, se origina tempranamente. Junto con  la mucosa de la boca y las células nerviosas, se desarrollan en una primera etapa embrionaria, formando el ectodermo. Desde mucho antes de nacer nuestra piel es nuestra base de datos del exterior y de las emociones asociadas al encuentro con el otro. En un inicio, desde nuestro primer nido acuoso y oscilante: el útero.


El psicoanalista Didier Anzeu en su texto “La envoltura sonora” dice: “El espacio sonoro es el primer espacio psíquico: ruidos exteriores dolorosos cuando son bruscos o fuertes, gorgorismos inquietantes del cuerpo sin localizar en el interior, gritos emitidos automáticamente con el nacimiento y luego el hambre, el dolor,  la cólera y la privación del objeto…”. Ese espacio sonoro primigenio de alguna manera se transforma con el sonido anterior y primario de un gong. Su sonido vibrante nos traslada más allá de la vida uterina, por lo tanto se convierte en una experiencia inevitablemente renovadora.

El suministro de un baño de gong es, para quien lo recibe siguiendo esta línea, una experiencia receptiva de sostén.

Y esto no es más que la consecuencia de estar recorridos en toda nuestra corporalidad por el fluír del agua, desde el útero y antes también..




La piel, el gong y el bienestar


Se están estudiando cada vez más los efectos beneficiosos que aporta al cuerpo en general un baño de gongs. Por lo que, trasladándolos a la piel en particular, podemos conjeturar varias consecuencias positivas en ella: 

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    Al estimular el sistema circulatorio, a nivel dérmico generamos una activación ideal para las células encargadas de la síntesis de las proteínas que dan el sostén.  Es decir, se mejora la fabricación de colágeno y  elastina.

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    Consecuentemente se estimula también el sistema linfático, sistema de back up del circulatorio, que permite eliminar desechos y mejorar  la actividad glandular. En el caso de la piel, esta activación del linfático permite la eliminación de toxinas, y de líquidos reduciendo el edema y propiciando una mejor oxigenación de la piel.

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    Se produce una activación del sistema nervioso con innumerables e inmediatos efectos terapéuticos: relajación profunda, concentración, calma, recuperación de la energía, alivio de la ansiedad y el estrés, etc. Estos beneficios se hacen claramente visibles después de un baño de gong. La expresión del rostro es más calma, relajada. Las arrugas de expresión se atenúan  al relajar los músculos faciales por lo que es posible que la persona se perciba con un aspecto de más lozanía.

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    Las vibraciones sonoras emitidas por el gong actúan despejando los canales de transporte dentro de la célula, facilitando el movimiento de la energía a través de la membrana celular. Es decir, que optimiza la respiración celular y la función mitocondrial, encargada de la nutrición de la célula. Esto se traduce en el inicio de un proceso de regeneración.

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    A medida que relajamos nuestro sistema nervioso la presión arterial y las hormonas de estrés disminuyen, permitiendo que el sistema inmunológico funcione más eficientemente, por lo que en la epidermis, las células inmunológicas ( llamadas células de Langerhans) trabajan mejor en la defensa del organismo frente a agentes patógenos. Por lo que podemos deducir que, en las afecciones cutáneas en las que las bacterias cumplen un papel central, los baños de gong pueden influir favorablemente al mejorar la respuesta inmune del organismo.

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    En el sistema muscular, el gong activa procesos depurativos, que ayudan a la masa muscular a liberarse de las toxinas depositadas. En tratamientos estéticos faciales podemos suponer entonces que, asociado a una buena técnica de masaje posterior podría mejorar el tono muscular previniendo la flaccidez de los músculos faciales producida por la gravedad y la disminución de la acetilcolina que colabora en su contracción.



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    El gong genera un  efecto de “resonancia holística” tal cual expresa primero Dane Rudhyar al referir que “…Debería permitirse que la resonancia holística de los tonos vibrara dentro de nuestra conciencia y estimulara una experiencia más profunda de la vida interior y la transformación psíquica…” y luego Don Conreaux sosteniendo que esta resonancia se convierte en música para el alma. Partiendo de esta visión en la que nos sumergimos en el todo cuando vivenciamos su sonido ancestral, sólo podemos pensar que un baño de gong irremediablemente se convierte en una fuente de salud y vitalidad para nuestra piel.



Tras lo mencionado, ¿el gong puede ser simplemente un recurso más de las prácticas del bienestar? 

Creo firmemente que hay que vivir al gong, para descubrir cómo trasciende de su función de ser meramente una herramienta. Luego de haber tenido el inmenso privilegio de practicar con él, inevitablemente mi postura es otra; Sostenerlo, sentir su peso, descansar en su vibración que fue fundiéndose en mi piel, entregarme a su vaivén, fueron unas de las tantas percepciones que se expandieron hacia todo mi cuerpo. El gong invita a un encuentro profundo hacia el interior, un espejo sonoro que nos muestra la cara más luminosa y oscura del ser y abre el infinito en cada golpe. Por eso, me resisto a encasillarlo como una herramienta más. 

Continuando por esta misma vía de lectura, se podría pensar que en función de la estética, es un encuentro más allá de la belleza, o mejor dicho es un encuentro con tu propia y real belleza.

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